Por: José Alfredo Gallego Andrade
Estaba yo en el octavo semestre de la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Sonora, cuando una amiga me dijo: “Oye, en el Colegio de Bachilleres necesitan un maestro de inglés, y les hablé de ti. Deberías ir a entrevistarte con el director, quien quita y te quedas con el trabajo.” Yo la miraba incrédulo y solo le contesté que no pensaba que fuera lo mismo saber inglés, que ENSEÑAR inglés. Pero bueno, entre ella y otra compañera alimentaron mi ego diciéndome que yo era muy bueno para exponer en clase y que debería pensar en probar dar clases. Así que fui a la entrevista, presenté mis exámenes de oposición, me fue bien, y así comencé mi carrera en las aulas.
Es cierto, nunca pensé en ser maestro. Sin embargo, al primer contacto con el pizarrón, el libro, la lista y los alumnos, sentí que a ese mundo pertenecía yo. Encontré una singular satisfacción al exponer la clase ante el grupo, y al ver que los jóvenes se interesaban en lo que yo decía. También hallé un singular sentimiento de emoción al preparar material de clase pensando “esto les va a gustar”, o “esto seguro les interesará si les pongo este ejemplo.” Y por supuesto, me sentí muy feliz al ver que mis habilidades de comunicólogo resultaban muy importantes al interactuar con mis alumnos en el salón de clase. De esta manera, al terminar mis estudios universitarios, ya estaba yo seguro de que me iba a dedicar a la docencia.
Más tarde, tuve la grata experiencia de tomar un Diplomado en Educación Media Superior, con especialidad en Inglés, donde reafirmé mi gusto por dar clases, y al mismo tiempo pude ampliar mis conocimientos acerca de fonética, gramática, didáctica en la enseñanza del inglés.
Ahora han transcurrido 17 años desde mi primer día como profe, y ser docente a nivel prepa ha significado reconocer con seriedad que cumplo con una labor de formación de jóvenes aspirantes a universitarios, y que se requiere absoluta coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos para no perder nuestra credibilidad ante el alumnado.
Por otro lado, ser docente también ha significado aprender que cada semestre es distinto a los anteriores porque los alumnos y las condiciones también son diferentes. Siento que nuestro trabajo consiste en hacer que cada estudiante se desempeñe al máximo de sus capacidades, y por ello es vital también aprender a ser humilde y entender que los docentes también aprendemos de nuestros alumnos.
A lo largo de mi carrera docente he sido afortunado al tener muchos motivos de satisfacción, que puedo resumir en cinco puntos:
a) El escuchar alumnos halagar mi trabajo es siempre el estimulante más poderoso.
b) El ser nombrado padrino de generación por los alumnos graduantes ha sido también un mensaje que me hace pensar que hago bien las cosas.
c) Ver ex - alumnos que me recuerdan con cariño y que incluso llegan a ser maestros de inglés y se acercan a intercambiar comentarios, constituye un aliciente muy especial para seguir en este camino de la docencia.
d) Recibir el reconocimiento de mis compañeros maestros es otro motivo para sentir satisfacción.
e) Ser nombrado coordinador de mi área, me ha hecho sentir que mi trabajo es bien apreciado por mis superiores.
f) Por último, algo que muchas veces olvidamos durante el quehacer docente, es nuestra relación con los padres de familia, y en lo personal, encuentro un sentimiento muy grato cuando las mamás o los papás se acercan a realizar un comentario positivo acerca de mi labor.
Por otra parte, en 17 años, desafortunadamente también se han acumulado muchos sentimientos nada ratos. Reconozco que en gran medida esa insatisfacción ha sido causada por tener que lidiar con la manifiesta inmadurez de jóvenes que no han terminado de comprender que necesitan tomar sus actividades de manera responsable.
El bajo salario que percibimos los docentes es otro factor que me provoca desánimo, y por lo cual desde hace casi diez años he complementado mi ingreso económico con un trabajo de medio tiempo.
No obstante, creo que la mayoría de los sinsabores que he experimentado en mi carrera se relacionan con la inestabilidad de nuestro sistema educativo derivada de los cambios políticos en el estado, o en el país. Es muy frustrante ver que algunos buenos proyectos se quedan en el tintero porque “cambió el director”, y la visión que trae es distinta, y se le resta importancia al trabajo del antecesor. Y de igual manera me resulta desesperante que haya casos en donde no se realicen cambios en la administración escolar, aún cuando resulta evidente que las cosas no funcionan como deberían.