domingo, 9 de mayo de 2010

La Aventura de ser Docente

Por: José Alfredo Gallego Andrade

Después de leer al maestro Esteve, creo que uno como “profe” inevitablemente se siente reflejado en cada situación que describe, y en cada pensamiento que comparte.

Creo que todos estaremos de acuerdo en afirmar que al egresar de la universidad emprendemos la aventura de la docencia sin saber realmente como acabará, pero una vez que sentimos “esa atmósfera mágica en clase, con los fluidos intelectuales en movimiento” (me encantó esa frase), inmediatamente sabemos que es aquí a donde pertenecemos, que es esto lo que queremos hacer durante el resto de nuestras vidas.
Sin embargo, durante la aventura, ocurren toda una serie de eventos que afectan el curso de nuestro viaje, y es ahí donde se reconoce que existe ese malestar docente que refiere el maestro Esteve. Ese sentimiento de frustración que indudablemente reduce nuestras posibilidades de experimentar el placer de vivir en esa “atmósfera mágica” que tanto nos gusta.
Nuestra tarea de compartir conocimientos y servir como mediadores en grupos numerosos, ruidosos, apáticos, y por demás heterogéneos, indudablemente requiere de toda nuestra energía, pero también de toda nuestra disposición, y creo que este es el elemento clave. Cuando nos mostramos dispuestos a seguir participando en esta aventura, es cuando tenemos mayor oportunidad de prender la chispa del entusiasmo entre nuestros estudiantes. Tomando en cuenta esto, creo que nuestro mayor desafío es precisamente ese: que nuestra disposición sea mayor al malestar docente.

Seamos "profes" novatos o experimentados, es vital que los maestros reconozcamos que el propósito final de nuestra labor ahí en el aula es colaborar en la formación de seres que participen activamente en la realidad que nos rodea. Nuestro malestar puede irse aliviando en la medida que vayamos conociendo a los jóvenes con quienes compartimos el aula, y vayamos construyendo un marco de empatía con ellos, para que nos acompañen con gusto en la aventura. Lamentablemente (alerta de pesimismo aquí), a veces da la impresión de que las condiciones cada vez son menos propicias para conocer a nuestros alumnos.

No obstante, los que hemos abrazado esta profesión con sinceridad y humildad, aquí seguiremos buscando las píldoras, los jarabes, e incluso las inyecciones para aliviar nuestro malestar.

2 comentarios:

  1. La fortaleza de de un docente está en su vocación de servicio. Nada se logra en la vida sin determinación, pero el que hacer docente no es nada sin vocación.

    ResponderEliminar
  2. Tener la disposición y la energía cuando estamos frente a grupos numerosos es un gran desafío, como lo mencionas, que bueno que pienses así, ojala todos los hiciéramos todos. En lugar de llegar con una cara larga y solo levantarnos de nuestra silla solo hasta que timbran.
    Saludos.
    Carolina

    ResponderEliminar